En mi sueño hay una autopista de mármol,
un templo que se torna violeta
cuándo pega el sol
y una canción que sirve
para los desamparados.
En mi sueño hay un lago de sangre
que inunda los valles
y las casas de los enanos,
una luz que pega de frente
cuándo se quiere tanto,
como yo te quise a ti.
En mi sueño los fusiles escupen versos
y las bombas dejan huecos
donde cabe la mano de un niño
y la voz de un viejo.
En mi sueño la gente no duerme
porque si duerme la piel se pone verde
y se enraízan en sus piernas
bugambilias venenosas.
En mi sueño hay lugar
para Elektra y Eurípides,
los padres del morbo,
los auténticos pilares de la antigüedad.
En mi sueño los poetas
violan la ley de gravedad y flotan
por encima de las fosas sépticas
y los rellenos sanitarios:
son las alas del deseo,
las fugaces voces de tu ensueño,
son la arena del hombre que baja
de las estrellas y te pone a dormir.
En mi sueño las calles están vivas
y cuentan historias de pasos dados
hacía ningún lugar, hacía ninguna parte.
En mi sueño la gente no tiene donde vivir
ni donde morir,
por eso caminan todo el día
y cumplen con sus labores,
cuándo sueño a la gente
tiene manos grandes y pulmones pequeños,
por eso susurran y manotean
y no gritan ni acarician.
Porque este sueño de autopistas y soles
y un mármol violeta
que refleja los dedos de mis pies,
solo sirve cuándo duermo volando
entre fragmentos de los sueños
que tienen los poetas
cuándo creen que van a morir.