Cuándo no es suficiente,
ni el amor ni las manos,
cuando la caminata noctura cede
ante la posibilidad infinita del olvido,
y los muertos se asoman de la tumba
para burlarse de nosotros.
Cuándo la hora acude,
pero no trae nada consigo
y los niños organizan juegos
que parecen diminutas orgías,
es la hora en que te quiero,
hasta llenarme los pulmones de locura.
Perdona ahora esta intromisión,
esta delgada hoja que te extiendo,
hasta tu rama que hace eco
de una tos malcriada que no me deja...
¡cómo dueles querida mia!
ahora que ya no sé que estoy diciendo.