Serena,
la noche camina por una calle desierta,
a lo lejos un perro le ladra,
furibundo con la pata rota,
la noche siente la piedad natural
de una puta que se compadece de otra.
Por la ciudad, las similitudes se antojan,
se regodean en los rellanos,
en los portones veniales
cometen locuras inconfesables,
pero hermosas,
rodajas hermosas de verdad.
Inquieta, la noche se mutila,
con las orillas de los botes,
con los filos de las horas,
recóndita se arrastra y se desangra.
Oscurece y tu no sabes nada
de lo que pasa en el sangriento
suelo de tu alcoba,
solo miras recurrente a la ventana,
esperando que anochezca
para vestirte, salir y morirte.