En este momento
algo se mueve,
dilatando las pupilas,
invadiendo las cortezas,
se hace parte de ti
y de aquellos que miran arriba
ilusionados,
esperanzados de una hora mejor,
algo se mueve y no podemos,
ni debemos,
detenerlo con las puntas de los dedos,
sería absurdo,
incorporarnos de golpe al ritmo
inasible de una respiración de piedra,
tratando de parar
de golpe eso que se mueve
por la ranura de las uñas
y la culminación de las pestañas,
metálicas,
que guardan las ventanas
de los otros que vienen,
corriendo detrás,
como si se detuvieran en el tiempo
y dieran lugar
a una multitud de espasmos
que se ocurren
mientras esto que se mueve
por fin se para
y nos mira,
como si fueramos sus hijos muertos,
que abrazamos la podedumbre
de los cuerpos,
mientras llora
y silenciosa la cosa
se larga,
para ya no decirnos nada más.