Me ves venir,
resbalando por la cornisa de tus tiempos,
de tus momentos sutiles,
donde decías que querías
construir conmigo estelas
de constelaciones sin nombre.
Ahora callas,
como un cadáver paulatino,
como si la muerte se gestara
en tus entrañas
y me gustaría tener algo que decirte,
pero me enseñaste la sal que sella las bocas,
que organiza las patrañas,
que endurece las vergas
y por fin sé utilizarla.
Me ves venir y no te mueves,
procuras esconderte
bajo el velo indomable de la luz,
bajo el fermento que dejan caer
de las ventanas las señoras.
Me ves venir y no haces nada,
sabes perfectamente
que la hora de ocurrirnos no ha llegado.