28 de junio de 2008

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28 de junio de 2008
Por escribir,
por no quedarme callado,
por guardar las apariencias
y los signos que se escupen
a la hora de la cena.
Vale la pena,
tiene que valer la pena,
decirlo más que callarlo
o ponerlo al sol
para que se seque,
tiene que hacerse y que valga,
algo para ti o para mi,
para ellos que miran silenciosos
y se truenan los dedos a la espera,
en la urgencia de algo
que para ti ya no es nada,
pero escribir,
escribir tiene que valer la pena,
como vale meterse desnudo a nadar
o comer ostras con los dedos
y sentir las cortaditas que emergen
de la vida y chorrean verbo.
Porque si no tengo razón
y este esfuerzo se dilata,
se deprime junto con la ciudad
y hacemos un enorme cráter,
entonces habrá sido en balde,
en vano,
será una estrella que se ahoga,
tendida en la orilla de un mar
que parece lodo,
polvo muerto,
insalubre para los niños que corren
o para los perros que se mueren,
y nada será seguidilla,
todo será autostop,
viajar de largo,
pasar como siempre
y mirar para otro lado,
pero ellos seguirán esperando
que algo sea significativo:
una rosa que no corte,
un papel que no se moje,
como un dolor de muelas
convertiremos el mañana
en una hora inexplicable,
donde ellos y nosotros y tú
alcanzaremos por fin el status de hombres
ya no promesas,
porque de promesas no se puede escribir
o saber, ni nada...
Quisiera meterme en mi,
para esconderme y encontrar
por fin una palabra,
que lo diga todo
pero al mismo tiempo no haga nada.